Cuando la búsqueda de sentido nos lleva de regreso a nuestras raíces más profundas, el comedor peruano concebido por Milagros Lanza y Aurelio Herrera para CASACOR Perú 2025 se revela como una celebración pausada y sensible de la identidad, el alimento y el espacio compartido.
Este ambiente interpreta y honra la memoria viva de nuestras cocinas originarias, reconfigurando la experiencia del comedor como un acto ritual y profundamente emocional.
Por Julio Pérez-Novoa | Fotos Renzo Rebagliati
La atmósfera del espacio es envolvente desde el primer instante: los muros en tono rosa arcilla generan un efecto envolvente, como si el visitante ingresara a una matriz ceremonial donde la tierra, el fuego y la cosecha confluyen.
No es casual: todo aquí responde a una lectura cuidadosa de lo que implica sentarse a la mesa en el Perú, no como hábito, sino como acto de pertenencia.

Los materiales elegidos no pretenden deslumbrar, sino conmover. La piedra negra del mobiliario —sobria y tectónica— se equilibra con piezas en barro cocido, tejidos autóctonos y flores recolectadas con la libertad cromática de la naturaleza misma.
Las texturas dialogan con códigos ancestrales y gestos modernos, invitando a una lectura más lenta, más sentida.

El centro de mesa, exuberante y genuino, parece una ofrenda: flores nativas, granos, especias y mazorcas no están allí por decoración, sino por lo que representan.
La vida que germina, el alimento que nutre, los saberes que no se olvidan. Todo evoca la pachamanca no como receta, sino como lenguaje simbólico, donde la tierra alimenta y el fuego transforma.

En una esquina, una máscara de diablo danzante resguarda el ambiente como un tótem festivo. No es folclor ni exotismo: es un recordatorio potente de que nuestra cultura no necesita traducción, solo espacio y respeto para desplegarse.
Lo andino, lo amazónico, lo costeño: todo se teje con inteligencia visual y una mirada honesta que rehúye la literalidad.

Milagros Lanza logra una proeza silenciosa: que el diseño no opaque, sino revele. Que el color no grite, sino contenga. Que la tradición no pese, sino inspire.
El comedor peruano no es un escenario, es un lugar para detenerse y agradecer, con los sentidos abiertos y el corazón en estado receptivo. Una experiencia de raíz, pensada con mirada actual y sensibilidad perdurable.

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