Inspiración Amazónica: La Casa del Otorongo

A fines del siglo XIX empezó lo que históricamente se conoce como “la fiebre del caucho”. Durante esta época, la región amazónica despertó la atracción de comerciantes y empresarios europeos, que migraron hacia la selva en busca de riqueza. Con ellos, llevaron gran parte de su cultura y generaron transformaciones sociales y culturales, pero también arquitectónicas, ya que llevaron con ellos sus materiales y su estética.

Uno de estos migrantes fue Carlos Fitzcarrald López, un comerciante y explorador ancashino que, décadas después, inspiraría al personaje que protagoniza la película Fitzcarraldo, escrita y dirigida por el director alemán Werner Herzog.

Para la producción de esta película, Herzog pasó un largo tiempo en la Amazonía, y plasmó, desde su mirada artística, una visión del bosque y la selva vinculada con una época de desarrollo económico, exploración e innovación.

La Casa del Otorongo, diseñado por Marcela Vasquez, es un lugar diseñado con un artista como Herzog en mente, un refugio en el que este sincretismo de lo nativo con lo europeo saca a relucir lo profunda que es la conexión entre el arte y la interculturalidad.

En los tres espacios que componen el loft destaca el uso del art decó, inspiración directa de los migrantes europeo de la época, así como el uso de la madera como material primordial con el fin de dar un tono más rústico y vinculado con el trabajo local.

Todas las especies de madera empleadas han sido traídas desde la Amazonía de Iquitos, al igual que las piezas artísticas, originarias shipibo o inspiradas en esta cultura. Pese a lo rústico de los detalles y los materiales, el espacio busca mantener una coherencia interna a partir de su estética y su estilo.

Sin embargo, La Casa del Otorongo no se limita a Iquitos como foco de inspiración para su estética selvática, sino que busca destacar el gran abanico de diversidad que ofrece la selva peruana: las diferentes altitudes y ecosistemas que existen en ella generan a su vez una incontable variedad de especies, climas, colores y, con ello, percepciones estéticas. Esta variedad se ve reflejada en el uso de orquídeas de Moyobamba, así como tonalidades inspiradas por otras regiones como Pucallpa o San Martín.

Los colores, en su mayoría vibrantes y complementados por una iluminación cálida, buscan representar el espacio amazónico a través de los verdes y amarillos del bosque y la selva tropical.

Por su parte, el cielorraso cuenta con una representación del dosel arbóreo de la selva, el cual se complementa con una línea que representa el río Amazonas, con el fin de generar en el espectador una sensación de inmersión y comunión con la naturaleza.

Por último, cabe mencionar las piezas artísticas de la ambientación, entre las cuales destaca la obra del iquiteño Gino Ceccarelli, uno de los principales exponentes del arte amazónico. Adicionalmente, la pieza del otorongo, la cual fue pintada específicamente para este proyecto a pedido de la arquitecta en su deseo de representar el misticismo propio de la Amazonía, conjuga el enorme espectro de emociones y percepciones que tiene la selva para ofrecernos: su poder y grandeza, la sutileza de sus detalles, su belleza que es a la vez rústica y refinada; un espacio ancestral que despierta, en quien lo contempla, una emoción estética que nos remonta a nuestro propio origen.