Por: María Laura Hernández de Agüero
Hace más de veinticinco años parecía utópica la idea de llevar a cabo en Lima un evento que reuniera a los mejores diseñadores, arquitectos y decoradores del medio. Eran mediados de los noventa y el Perú empezaba a insertarse en la comunidad internacional.
En uno de sus viajes a Argentina, Verónica Torres de Haaker visitó Casa Foa en Buenos Aires y comprendió enseguida que era el momento propicio para crear algo similar en nuestro país. Buscó a las hermanas Anita y Elena Benavides, antiguas amigas de colegio, y con un entusiasmo contagioso, las tres socias iniciaron la titánica obra de crear una franquicia local de CASACOR.
Soplaban vientos de prosperidad; nuestro país iniciaba un camino dentro de la globalización; se abrían las importaciones y emergía una nueva clase media cada vez más joven y con mayor poder adquisitivo. En las décadas anteriores, la decoración en nuestro país era un oficio que solo ejercían unos pocos profesionales que trabajaban para un segmento de la población influenciado por el gusto clásico europeo.
Los años noventa transformaron esa visión. El diseño y la decoración de interiores se democratizaron, se volvieron accesibles a todos los grupos y a todas las generaciones gracias al libre mercado y a la publicidad dirigida a un país más diverso. Con la llegada del nuevo milenio, nuestra casa o lugar de trabajo comenzó a mirarse como parte fundamental de nuestra vida. Cada espacio que conformaba nuestro hábitat se transformaba en un lugar vivo, atractivo y funcional.
Una mansión victoriana, propiedad de la familia De Lavalle, ubicada en el corazón de Miraflores fue la sede del primer CASACOR Perú. Había que partir de la tradición para abrir nuevos caminos hacia la modernidad. Con una mirada más fresca y vanguardista, diseñadores, arquitectos y decoradores comenzaron a introducir diversos materiales enriqueciendo sus propuestas. El hormigón armado, el acero laminado y los tabiques corredizos, comenzaron a tomar protagonismo en el diseño de interiores. En la decoración aparecieron influencias de otras culturas como la oriental que planteaban el uso de la naturaleza como fuente de inspiración en la búsqueda de lo esencial. Quizás uno de los aportes más importantes de CASACOR Perú haya sido la puesta en valor de nuestra tradición artística; una cerámica Moche, un textil Paracas o una bella pieza de artesanía comenzaron a ser objetos protagónicos en los espacios más exquisitos de cada evento, y hoy en día son tan apreciados como cualquier pieza de vanguardia creada por algún diseñador reconocido mundialmente.
Más de cien años de historia han sido revividos en las distintas ediciones de CASACOR Perú. Desde el primer evento en 1996 se han recuperado y creado un total de 1,164 ambientes en 27 casonas y edificios de la ciudad de Lima y el Callao, muchos de ellos monumentos históricos. Podría decirse que lo resaltante de este evento es el enorme esfuerzo invertido en la recuperación de nuestro patrimonio. A lo largo de todos estos años, cientos de arquitectos, ingenieros, artistas plásticos, paisajistas y diseñadores han trabajado en edificios que van desde palacetes, un fuerte del ejército, un museo y hasta un puericultorio. El reto es recuperar año tras año lugares inhabitables y abandonados para darles una nueva vida tras un minucioso trabajo de recuperación. Cada pieza, cada moldura, cada loseta que se recupera tienen una historia que contar. Restaurar es como entrar a las entrañas de una época, hurgar en su historia y recuperar la magia de antaño con atinada modernidad.
CASACOR Perú, el evento de arquitectura, diseño y decoración más grande de nuestro país celebra este mes de octubre veinticinco años de fundado. Con una tenacidad inquebrantable, Verónica Torres de Haaker y Elena Benavides continúan este hermoso reto.