Con Travesía Eterna, el arquitecto Diego Guevara traza una narrativa que no se detiene en la forma, sino que fluye a través del tiempo, evocando una continuidad entre pasado, presente y futuro.
Este ambiente, concebido para la edición 2025 de CASACOR Perú, propone una pausa sensorial que conecta los recuerdos con los anhelos, y convierte la contemplación en una forma de habitar.
Por Julio Pérez-Novoa | Fotos Renzo Rebagliati
Ubicado en uno de los salones más evocadores del inmueble, el espacio parte de una premisa tan sutil como poderosa: el viaje interior como forma de transformación. La arquitectura de Guevara se manifiesta en gestos envolventes, texturas profundas y una materialidad cuidadosamente seleccionada que dialoga con el espacio patrimonial sin imponerlo.

El muro escultórico, con vetas orgánicas que remiten a formaciones geológicas, envuelve la sala principal como una memoria mineral, tallada por el tiempo. La piedra, los tonos terracota, la madera natural y el uso del verde vivo en las plantas refuerzan esa conexión esencial con lo ancestral y lo vivo.
A sus pies, una mesa de centro tallada en piedra cruda sostiene objetos cuidadosamente curados —una cuerda de fibras, un vaso de vidrio soplado, libros de arte— que narran una estética sin artificios, donde cada pieza tiene un peso simbólico.

La iluminación, protagónica y de impronta escultórica, está resuelta con piezas icónicas de Tom Dixon: lámparas suspendidas desde un cielo espejado que amplifica reflejos, brillos y ondulaciones, transformando la luz en una experiencia líquida.
El efecto envolvente que se crea entre los reflejos, el diseño orgánico de las paredes y las curvas del mobiliario genera una atmósfera introspectiva, casi onírica.

El mobiliario, de líneas suaves y paleta sobria, prioriza el confort sin perder carácter. El sofá modular, las butacas de formas amables y la estantería asimétrica en madera natural aportan calidez y funcionalidad, sin caer en lo predecible. Todo parece dispuesto para la conversación lenta, la lectura pausada o simplemente el estar.

Un rincón con telescopio y biblioteca bajo una gran ventana arqueada recuerda que este refugio no se encierra en sí mismo, sino que invita a observar, a conectar con el afuera desde la quietud interior.

Travesía Eterna no busca impresionar: busca conmover. Es un lugar donde cada decisión estética responde a un propósito más profundo: el de reconciliar belleza, memoria y presencia en un solo acto. Y ahí radica su grandeza.

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