En esta residencia de estilo contemporáneo, diseñada por Claudia Weis para la más reciente edición de CASACOR Perú, lo cotidiano se eleva a experiencia sensorial.
Por Julio Pérez-Novoa | Fotos Marcel Suurmond
Este ambiente forma parte del condominio presentado este año, y encarna una visión en la que la arquitectura no solo cobija, sino que también comunica.

El proyecto plantea un diálogo constante entre interior y exterior, donde la vegetación, cuidadosamente dispuesta, suaviza los límites del espacio construido.
La envolvente de cristal enmarca la vida interior y, a la vez, la conecta con el paisaje inmediato: la luz natural atraviesa las transparencias, matizando texturas, colores y sombras a lo largo del día.

Cada elección de material responde a un principio de armonía y permanencia. El mobiliario de madera con resinas pigmentadas genera una presencia escultórica, mientras que las superficies cerámicas, en tonalidades terracota y azul cobalto, evocan una estética europea que combina sobriedad con frescura.
La paleta cromática es serena pero con acentos decididos, y refuerza el carácter atemporal del espacio.

La cocina se plantea como una zona de reunión, donde la vegetación colgante y los acentos en rojo vibrante dotan de vitalidad un entorno que mantiene su elegancia contenida.

El baño, con su grifería negra y geometrías puras, ofrece una reinterpretación contemporánea del confort cotidiano, sin renunciar al rigor del diseño.

En este proyecto, el mobiliario, los textiles y la iluminación trazan una narrativa de vínculos invisibles. Cada elemento convoca tanto lo sensorial como lo emocional, revelando que habitar no es solo construir belleza, sino también esculpir atmósferas que resuenan con quienes las viven.

La propuesta de Claudia Weis trasciende lo decorativo para instalarse en lo esencial: la arquitectura como acto de cuidado, la estética como vehículo de pertenencia.
Un espacio donde se reconoce que el buen vivir empieza por aquello que no siempre se ve, pero siempre se siente.